Diana Blok: Lo Bello Imperfecto (español)

© Diana Blok ‘Madre e hija’ 1987, de la serie ‘Blood Ties and Other Bonds’

La desnudez los une mientras sus identidades toman forma de la manera más fundamental

You can read this interview in English here…

Introducción

En retrospectiva, los años ochenta fueron una década de extrañas contradicciones. Mientras que las olas contraculturales de los años sesenta y principios de los setenta seguían resonando, una creciente corriente de reacción engendraba gran parte de la política dominante, sobre todo en el mundo anglófono. El cambio de la planificación económica a las fuerzas del mercado del laissez faire afectó tanto la globalización industrial como la creciente fragmentación social. Fue una época de materialismo y superficialidad, de aspiración Yuppie y de hombreras. Mientras la lucha por la liberación se transformaba en la carrera por el consumo, el idealismo colectivo se deslizaba hacia un proyecto enfocado en el individuo.

Es en este contexto cambiante y contradictorio donde la obra de la artista Diana Blok llamó por primera vez la atención del público. Sus desnudos, inicialmente de ella misma y más tarde de familiares, amigos y conocidos, se caracterizaban por su sencillez y la naturalidad de los cuerpos que revelaban. En la cultura popular, el cuerpo moldeado según el canon de los publicistas se estaba convirtiendo rápidamente en la referencia imposible de la belleza aceptada. La naturalidad de las personas que fotografiaba convertía sus imágenes en algo conmovedor y real. Al mismo tiempo que hablaban de los arquetipos de relación – de padre, hijo, hermano, amante-, evitaban los estereotipos de género y sexualidad que encubrían la desnudez de la cultura comercial. Sus imágenes mantuvieron una autenticidad y autonomía que las elevaba en virtud de la propia ordinaridad de aquellos que representaban: la realidad de la imperfección que nos hace únicos.

Nacida de padre Judío diplomático Holandés y madre Católica Argentina, Diana Blok pasó su infancia en varios países latinoamericanos, ya que su padre diplomático paso de un puesto al otro. Colombia, Guatemala y México eran sociedades fuertemente patriarcales a menudo en plena guerra civil. Pero su padre llevaba dentro de si la sensibilidad liberal de los Países Bajos, insistiendo en que cada una de sus hijas debía tener una profesión para ser independiente en la vida. De hecho, Diana describe a su padre como “mi primer feminista”.

Con esta educación, pronto aprendió que el mundo era complejo y polifacético. Desarrolló una fuerte curiosidad por las cualidades que nos hacen humanos, como ella dice: “nuestras emociones, nuestras historias, nuestras máscaras, identidades, valores y virtudes. Mi espíritu de artista empezó a despertar a la diversidad intrínseca y la fluidez de las cosas”. A mediados de los años setenta se trasladó a los Países Bajos, donde se instaló sin dejar de mantener vínculos activos con América Latina. Poco después conocí las fotografías de Diana Blok. Aparecían en postales artísticas en blanco y negro que eran populares en la época, y que se coleccionaban e intercambiaban del mismo modo que hoy publicamos y reenviamos imágenes en Instagram o Pinterest. Más tarde, pude comprar sus libros y ver colecciones enteras de su obra. Un trabajo que, a lo largo de los años, ha seguido evolucionando, explorando y evocando el complejo sentido de las posibilidades que hay más allá de los estereotipos de nuestro tiempo, que existen dentro de cada uno de nosotros.

Alasdair Foster


© Diana Blok ‘Retrato de mis padres’ 1987 de la serie ‘Blood Ties and Other Bonds’ (Lazos de sangre y otros vínculos)

Entrevista

Alasdair: Conocí por primera vez tu trabajo a través de la serie ‘Blood Ties and Other Bonds’ [Lazos de sangre y otros vínculos]. ¿Cómo comenzó esa serie?

Diana: Llevaba varios años experimentando con el autorretrato puesto en escena, buscando una estética alternativa del desnudo mientras exploraba mi propia identidad sexual. A mediados de los ochenta, buscaba un cambio, otros ámbitos que explorar… y allí viví un momento de revelación…

Fue durante una sesión de fotos con una pareja. Había estado cargando la cámara de espaldas a ellas. Al darme la vuelta las vi de pie, desnudas, vulnerables y hermosas, con expresiones de amor y ternura muy naturales, como si la barrera de la cámara hubiera caído. Me fascinó la intimidad de este retrato, y ‘Blood Ties’ evolucionó a partir de ahí.

¿Quienes son las personas en estas fotos?

Decidí seguir retratando a personas cercanas a mí, en las que había un sentido de confianza y apertura para experimentar y explorar relaciones cercanas de distintas formas. En el fondo, me di cuenta de que estaba explorando mis propios antecedentes genealógicos y el mito de la familia ideal. Inconscientemente, estaba creando y extendiendo hacia una familia universal.

Luego, un periódico principal publicó una página entera sobre el trabajo en curso, y empecé a recibir cartas de desconocidos que solicitaban un retrato familiar al desnudo. Algunos de ellos acepté, cuando sentí que podía haber una conexión mutua.

En una ocasión, una joven quería un retrato con su pareja. Nos reunimos para conversar la posibilidad, y durante nuestra charla me dijo que venía de una familia de seis hermanas y dos hermanos. Ella podía imaginarse un gran retrato de todos ellos juntos, desnudos, pero que creía que su madre y sus hermanos nunca estarían de acuerdo. Sin embargo, les propuso la idea a su madre y a sus hermanas. Se pusieron todas de acuerdo: las hermanas estarían desnudas y la madre permanecería vestida.

¿Como se desarrollaron las poses, quien decidia que?

En cada una de estas sesiones de retrato, consideré cuidadosamente a los retratados, el espacio, la luz y el entorno, que variaba pero se mantenía bastante neutral. La preparación es importante. Creo que cuando uno está técnicamente preparado, el espíritu puede volar y perseguir lo que sea significativo en ese momento.

Por ejemplo, estaba fotografiando a una madre y sus tres hijos… Después de experimentar con diferentes arreglos, les pregunté a los hijos qué les gustaría hacer. Respondieron: ¡tal vez deberíamos cargar a nuestra madre… ella nos cargo a nosotros!

¿La gente se sentía ansiosa por mostrarse desnuda?

Creo que la razón por la que estaban dispuestos a posar desnudos era porque conocían mi anterior trabajo de autorretrato y confiaban en mi enfoque y en los resultados. Lo importante en este trabajo era la belleza de la imperfección humana. Desnudos en un entorno neutro, su estatus social pasó a un segundo plano; el hecho de no estar vestidos los une a medida que sus identidades toman forma de la manera más fundamental. Dicho esto, siempre hay un umbral que cruzar entre el estar vestido y el estar desvestido, y quizás el sentirse desnudo.

Recuerdo con el retrato de mi querido amigo Uruguayo José y su madre Marta… Fue él quien se encargó de convencer a su madre de posar desnuda. A ella le gustaba un traguito de whisky, así que él llevó una botella y poco a poco, ella se atrevió a posar desnuda: una madre soltera con su único hijo. Siento que esta imagen resuena con el arquetipo de la Pieta. Lamentablemente, ambos han fallecido, José demasiado joven, sin duda. Sus amigos me pidieron de utilizar esta imagen en su obituario. No podría haber recibido un elogio más hermoso…

Las relaciones humanas son tan complejas como hans sido compartidas. Para mí, el retrato es una experiencia intensa de intercambio de energía, de ser vulnerable… Se necesita paciencia y tiempo para crear un espacio confortable en el que se hable lo mínimo y en el que uno se sienta cómodo. Para así ser testigos de una situación compartida no experimentada anteriormente, y conservarla.

© Diana Blok ‘Hermanos’ 1988, de la serie ‘Blood Ties and Other Bonds’ (Lazos de sangre y otros vínculos)

¿Cómo respondieron el público y los críticos a estas obras?

La exposición y el libro fueron bien recibidos, con muchos elogios, pero también algunas críticas. Se trata de una obra que refleja una época de cambios y de apertura a la diversidad de culturas e identidades. Eran “desnudos llevados a la luz del día”, como dijo un crítico Holandés; un poco confrontado el tema, pero empáticamente.

Más tarde supe (cosa me sorprendió) que el libro había sido introducido de contrabando en el Departamento de Arte de la Universidad de Teherán y mostrado en secreto a los estudiantes; se utilizó también en cursos del departamento de sociología de la Universidad de Dusseldorf y en el departamento de humanidades de una Universidad de Texas.

El crítico William Messer ha calificado su obra de ‘postfeminista’. ¿Qué cree que quiso decir con esto?

Creo que se refería a que mi enfoque feminista no estaba en el primer plano de mi trabajo, sino que formaba parte de él. Me definiría como una feminista intuitiva. Sentí una profunda necesidad de desafiar los sistemas de creencias dominantes de la sociedad patriarcal; valores que pueden causar mucho sufrimiento innecesario. Hubo un grupo de feministas radicales Holandesas y Francesas que criticaron y rechazaron mi trabajo, pero luego otras feministas de esa generación lo entendieron y lo alabaron.

En 1991 se le encargó la creación de imágenes para el pabellón de los Países Bajos en la EXPO 92 de Sevilla. ¿Cómo surgió ese encargo?

Para este encargo se había decidido invitar a un fotógrafo para que retratará a ‘los holandeses’ en una serie de retratos. Fui seleccionado. Mientras iba en el tren a la reunión con el arquitecto, el comisario y los organizadores, se me ocurrió que los retratos debían tener un fondo de agua o de cielo nublado, los dos elementos que caracterizan el paisaje de los Países Bajos. Así que hice un rápido boceto y lo presenté en la reunión. Al arquitecto le encantó porque su edificio se iba a construir siguiendo el mismo concepto: cielo y agua. Estábamos en sintonía.

Hice algunas pruebas y el cielo definitivamente funcionó mejor como concepto. Mi idea era representar los arquetipos holandeses vistos a través de los ojos de una persona mitad holandesa como yo, una perspectiva ligeramente extranjera con cierta distancia.

¿Cuál fue su elección para representar a los holandeses?

De nuevo trabajé con amigos, y amigos de amigos. Ninguno era un modelo profesional.

Tuve a un amigo de la colonia holandesa de Surinam soplando un pequeño molino de viento colocado en su mano. Una mujer con un traje del municipio de Zwolle con su hijo en uniforme militar, porque 1992 fue el año en que el gobierno holandés resolvió acabar con el servicio militar obligatorio. La ‘Sagrada Familia’, en la que el padre comparte las responsabilidades del cuidado de los hijos. Un alto joyero blanco con su amante, un bailarín negro.

Catorce retratos en total. Cada uno de 2,40 metros de alto. Se trata de una obra arriesgada, un reto para el espectador en una ciudad Católica como Sevilla.

¿Cree que estas imágenes reflejan características específicamente holandesas?

Pues sí. Quería mostrar la diversidad en valores y comportamientos que se atribuyen a los Países Bajos. Por supuesto, muchas cosas han cambiado desde entonces, aquí y en todo el mundo. Los conflictos raciales y culturales han aumentado en los últimos treinta años. Si tuviera que elegir catorce arquetipos hoy, creo que tendría que replantearme la mitad.

¿Cuál fue el concepto de ‘Adventures in Cross-Casting’?

Desde el principio, mi trabajo ha explorado la fluidez de género. Me interesaba cómo podíamos vivir con nuestro lado masculino y femenino. En 1975, hice una pequeña secuencia de autorretratos en los que me vestía de hombre junto con mi amiga, que posaba desnuda… una crítica al ‘ideal’ arquetípico de la relación hombre-mujer.

En 1996, me encargaron que creara un concepto para un nuevo espacio de exposición en lo que entonces era el Museo de Teatro de Ámsterdam. El director conocía mi trabajo y me dio carte blanche. El único requisito era que en los retratos aparecieran personas del mundo del teatro, no sólo actores, sino dramaturgos, compositores, bailarines, diseñadores de vestuario y pelucas, etc.

Al desarrollar el concepto junto con un amigo el novelista Don Bloch, se nos ocurrió una idea basada en el hecho de que, como a las mujeres no se les permitía ser actrices en el teatro Isabelino, los papeles femeninos eran interpretados por hombres.

Seleccionamos a treinta personas conocidas del mundo del teatro y les preguntamos qué papel les gustaría interpretar en el escenario si hubieran nacido del sexo opuesto. La verdad es que es una pregunta bastante compleja y la mayoría tuvo que sentarse a pensar en ella. Fue necesario organizarlo con un pequeño equipo de artistas de vestuario y maquillaje. Todo el proyecto fue analógico, sin photoshop.

El proyecto fue un éxito en los Países Bajos, y me invitaron a continuar la serie en Buenos Aires y más tarde en Río de Janeiro y Brasilia, todo ello con actores locales del teatro, el cine y la televisión.

¿Los implicados ya estaban interesados en cuestiones de identidad de género y sexualidad?

El proyecto iba más allá del travestismo o de ser gay. De hecho, cuantos más actores hetero se unían al proyecto, más claro era el mensaje. Todos los actores con los que he trabajado hasta ahora en los distintos países han tenido un espíritu activista. Quieren que se produzcan cambios en la comprensión histórica y cultural de los estereotipos de género y estaban dispuestos a exponerse a sí mismos y usar su talento para marcar la diferencia.

También hay una persona que no pertenece al mundo del teatro…

Cuando se enteró que la Embajada apoyaría la realización del proyecto, el Embajador de los Países Bajos en Brasil, Kees Rade, me preguntó si él también podría formar parte del proyecto, eligiendo a Virginia Wolfe como su papel femenino. ¡Cómo iba a negarme!

¿Cómo se desarrolló esta video instalación ‘Monólogos de Género’?

Fue durante una sesión de ‘Adventures in Cross-Casting’ en la cual la actriz Frida Pitors interpretaba a Shylock frente a mi cámara. Había memorizado algunos versos de Shakespeare para facilitar su interpretación. Era tan fascinante y convincente que pensé: ¡esto hay que filmarlo! Ese pensamiento me acompañó hasta que, en 2016, tuve la oportunidad de desarrollar una idea para Tempo, un festival internacional de artes escénicas en Río de Janeiro. A partir de ahí se abrió el camino y la idea se convirtió en una realidad.

Trabajo con un pequeño grupo de excelentes artistas: El dramaturgo Brasileño Glauber Coradesqui, el diseñador de medios interactivos y teórico Pawel Pokutycki, y la maquilladora Karin van Dijk, que realmente entiende cómo crear el efecto de matices que queremos. Basándose en el personaje que cada actor había elegido, Glauber escribió un monólogo de seis minutos adaptando textos asociados al personaje para abordar ideas actuales. La esencia de Hamlet, Madame Lubov, Martin Luther King Jr., Cenicienta, James Baldwin, Marilyn Monroe… todos hablan en términos contemporáneos de las emociones humanas, el feminismo, la migración y la discriminación.

¿Qué perciben los visitantes de la instalación?

En un espacio oscurecido, seis retratos en vídeo a tamaño real presentan a personas del teatro que personifican cada una el personaje que más les gustaría haber interpretado en el escenario, de haber nacido del sexo opuesto. Cada intérprete interpreta su monólogo por turnos mientras los demás se sientan en silencio y escuchan. Cuando todos han tenido su turno, aparecen seis nuevos personajes en las pantallas, de modo que el ciclo completo incluye doce interacciones.

En esta colaboración entre el teatro y el cine, la literatura y el lenguaje, el silencio y la palabra hablada, reside el potencial de crear un diálogo global. En cada nueva ciudad en la que se presenta añadimos a dos nuevos personajes realizados con actores locales. Para el espectador, la experiencia tiene una inmediatez e intimidad: se siente como una confrontación muy personal con el performer, cada uno de los cuales habla en la lengua de su país de origen.

¿En qué está trabajando actualmente?

Estuve en Brasil durante la última ola de Covid-19 y, de forma inesperada, tuve que prolongar mi visita durante cinco meses. Durante este tiempo de aislamiento, viví muy cerca de la naturaleza y me dediqué a fotografiar las hojas caídas que me llamaban la atención. Descubrí que estaba haciendo retratos de plantas, explorando sus múltiples caras, reflejando mis emociones y, de alguna manera, prolongando sus vidas a través de la fotografía, explorando un sentido de resiliencia.

¿Este es un nuevo punto de partida?

No, había hecho un trabajo similar con hojas en 2018 durante una residencia artística en la Fundación Sacatar en la Bahía de Todos los Santos en el Estado de Bahía, Brasil. Me estaba recuperando de una apendicitis y descubrí que trabajar con plantas y luz natural era un espacio muy meditativo en el que estar. A medida que aprendía más sobre sus propiedades curativas, podía viajar a través de ellas hacia la historia y la mitología de esta bahía mágica.

Continuando con este trabajo tres años después, me encontraba actualmente en una zona de alto desierto. En la zona de la bahía los elementos habían sido el aire y el agua, aquí era la tierra.

¿Cómo afectó este paso su trabajo?

Siento que hay una calidad más profunda en este trabajo más reciente. Me sorprende, nunca pensé que me fascinaría tanto este tipo de creación de imágenes. No sustituye el retrato de los seres humanos. Pero he llegado a comprender que nuestras vidas dependen del oxígeno que nos proporcionan las hojas. Son seres esenciales que no han sido debidamente respetados, una locura humana que actualmente amenaza nuestra propia existencia.

En las últimas cinco décadas, ¿qué has aprendido sobre ti misma que no sabías antes? ¿Qué te ha enseñado el hacer fotografías?

¡Mi respuesta espontánea sería Todo! Dedicarte al arte es un proceso interminable de descubrimientos; me ha llevado a personas y lugares increíblemente diversos. Para mí, la fotografía es un espejo bi-dimensional. A través de ella he podido dar sentido a mi rompecabezas interior, entenderme mejor a mí misma, mis identidades, y de encontrar formas de expresarlas.

© Diana Blok ‘Mi madre / Matheus Nachergaele’ [detalle] 2018 de la serie ‘Monólogos de Género’

Notas Biográficas

Nacida en Montevideo, Uruguay, en 1952, Diana Blok creció en Uruguay, México, Guatemala y Colombia. De 1969 a 1973 estudió Sociología en la Universidad Iberoamericana de Ciudad de México, antes de trasladarse a Amsterdam en 1974. En 1998, realizó un curso de postgrado en el Maurits Binger Film Instituut de Amsterdam. A continuación, enseñó fotografía en la Real Academia de Bellas Artes (KABK) de La Haya (2004-2012), e impartió clases magistrales y talleres en los Países Bajos, Francia, Finlandia, Grecia y Suecia. Actualmente es profesora del Máster de Fotografía de la Universidad Politécnica de Valencia. Sus fotografías y vídeos se han mostrado en numerosas ocasiones en exposiciones colectivas e individuales a nivel nacional e internacional en Bélgica, Brasil, Grecia, México, Países Bajos, Noruega, Serbia, Singapur, España, Surinam, Turquía y Estados Unidos.

Su obra se encuentra en numerosas importantes colecciones en el mundo entre las que destacan: Stedelijk Museum (Ámsterdam), Museo Nacional de Bellas Artes (Buenos Aires), Museo de la Fotografía (Charleroi, Bélgica), Bibliothèque National y Centre Pompidou (París), y Museo Metropolitano de Tokio. Diana Blok ha publicado diez libros, entre ellos ‘Invisible Forces’ con Marlo Broekmans [Uitgeverij Bert Bakker 1983], ‘Blood Ties and Other Bonds’ [Contact Press 1990], ‘Adventures in Cross-Casting’ [H. Veenman & Zonen 1997], ‘Ay Dios, Curaçao’ [Paradox 2001], ‘See Through Us: Retratos e historias de mujeres, hombres y transexuales homosexuales en Turquía’ [Blok 2007], y ‘Time Tells / El Tiempo lo dirá’ [Witteveen Visual Arts 2012]. Vive y trabaja en Ámsterdam.

Foto [detalle]: Glauber Coradesqui


Entrevista original de Talking Pictures.